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¿Qué sentido tiene la vida?

  • Lic. Margarita Rodríguez Suárez
  • 6 abr
  • 4 Min. de lectura


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Confieso que en mis treinta y pico de años que ejerzo esta profesión fue la primera vez que una paciente me hacía esta pregunta directa: "-¿Qué sentido tiene la vida, si nos vamos a morir? Ayúdame con esto, por favor, no puedo dejar de pensarlo”.


Ella no me hablaba desde la depresión. Quizás sí desde una idea que se había vuelto obsesiva, un “sin sentido” que no lograba explicarse y que se le aparecía a cada rato, generándole mucha angustia.


En ese momento su pregunta me apuntó como persona, como ser humano, buscando alguna respuesta desde los conocimientos, pero también desde lo personal, para poder decirle algo que la ayudara.


No existe una única respuesta, porque dependerá desde donde nos hagamos esa pregunta. Es LA pregunta que se ha hecho el hombre desde los comienzos de la humanidad, y con el objeto quizás de olvidarse de la muerte y de los miedos que provoca lo incierto.


Ha encontrado distintas respuestas desde lo espiritual y las creencias religiosas, desde la filosofía, la psicología, el arte, la solidaridad, la trascendencia personal, etc. Encontrar un sentido a la vida nos haría olvidar de la muerte, o por lo menos, no vivir obsesionados con ella.


Algunos dicen que el sentido no está predeterminado, sino que es algo que cada individuo crea a través de sus experiencias y elecciones. Y otros dicen que el sentido de la vida puede estar en encontrar la felicidad, dejar una huella positiva en el mundo, o simplemente disfrutar cada momento.


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¿Qué es el sentido de la vida?

Hablar del sentido de la vida no implica necesariamente que busquemos una respuesta metafísica o religiosa. Se trata más bien de una experiencia subjetiva de propósito, dirección y coherencia personal. Es sentir que tu vida tiene un valor, un propósito, y que tus acciones están alineadas con algo significativo.


¿Por qué es importante tener un sentido?

Porque tener una percepción de sentido protege la salud mental, da dirección, y actúa como un amortiguador frente a las crisis. Estudios han mostrado que tener un sentido de la vida mejora el bienestar emocional, reduce síntomas de depresión y ansiedad, aumenta la resiliencia, da mayor motivación y persistencia y nos protege en situaciones extremas y adversas (enfermedades, duelos, traumas).


Desde la FILOSOFÍA podríamos acercar el Existencialismo (Sartre, Camus), que nos dice que no hay un sentido de la vida dado, sino que cada persona debe crear el suyo. El mundo no tendría un propósito, pero eso no sería algo negativo, dado que nos invitaría a ser libres y responsables de nuestra existencia.

Camus decía que el único acto verdaderamente filosófico es decidir si la vida vale la pena vivirse. Su respuesta era sí, a pesar del absurdo.

Nietzsche dijo: “Quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo.” El sentido de la vida la afirma, y debemos aumentar nuestros valores y superar nuestras limitaciones, ser lo que llama “superhombre”.

 

Para el estoicismo el sentido de la vida es vivir de acuerdo con la razón y la naturaleza. Eso significa ser virtuoso: vivir con las 4 virtudes cardinales y desarrollarlas: sabiduría, justicia, templanza y coraje. También es aceptar lo que no podemos controlar (amor fati – amar el destino) y ser dueño de uno mismo, no esclavo de las pasiones ni de lo externo (Tener auto control).

El estoicismo también nos recuerda el MEMENTO MORI, que no refuerza la idea de la muerte sino recuerda que estamos vivos y la importancia de no perder el tiempo, valorando la vida.

 

Desde la psicología podríamos nombrar a Viktor Frankl, el autor de “El hombre en busca de sentido” Quién mejor que él para hablar de este tema después de haber sido sobreviviente de campos de concentración. Frankl dice que el sentido no se inventa sino que se descubre. Y suele encontrarse en tres lugares:


-          En lo que damos al mundo (trabajo, creatividad, ayuda).

-          En lo que recibimos de otros (amor, relaciones).

-          En cómo enfrentamos el sufrimiento.


Él decía que la vida siempre tiene sentido, incluso en el dolor, si podemos resignificar lo que vivimos.

Frankl fue un “pionero” de la resiliencia, autor que debe leerse necesariamente porque nos aporta un bálsamo para el alma afligida.

“El ser humano no está destruido por el sufrimiento, sino por el sufrimiento sin sentido.”

Viktor Frankl

 

Podemos mencionar otro enfoque, el de la Psicología humanista (Carl Rogers, Maslow). Maslow propuso la famosa pirámide de necesidades, donde el nivel más alto es la autorrealización, y esto es vivir según nuestros valores más profundos.

Y Carl Rogers decía que las personas florecen cuando viven en congruencia con su yo auténtico, entonces el sentido se relaciona con ser quien realmente sos, crecer, amar, crear y vivir de forma plena.


 Y también podemos mencionar a la Psicología positiva de Martin Seligman, quien incluye el sentido dentro de su modelo de bienestar (PERMA):

P: emociones positivas

E: compromiso (estar en flow)

R: relaciones positivas

M: meaning (sentido)

A: logros

 

De acuerdo a este enfoque, tener un propósito mayor que uno mismo sería el sentido. Y se puede lograr a través de acciones como el contribuir, dejar huella, o estar al servicio de algo.

 

La respuestas desde lo espiritual y religioso no las voy a mencionar. Las distintas creencias tienen sus adecuadas respuestas a este tema y sería muy extenso.


Comentarios finales:

El sentido de la vida puede ir cambiando a lo largo de nuestra vida y generalmente los interrogantes y el cambio aparecen en momentos de crisis vitales (después de una pérdida, en cambios de etapas, después de haber vivido una situación difícil o adversa).


Al sentido debemos descubrirlo, pero no aparece de la nada, sino que podemos construirlo. Para esa construcción podemos preguntarnos por ejemplo cuales son las cosas que nos hacen sentir vivos, cuáles son las que nos conmueven, cuáles son las actividades que nos hacen perder la noción del tiempo, qué tipo de persona queremos ser, qué hemos aprendido de situaciones adversas y – hermosa pregunta- cómo nos gustaría que nos recuerden.

Si aún no lo hemos descubierto, podemos empezar ya mismo, reflexionando y escribiendo un diario (al estilo Marco Aurelio) o con pequeñas acciones.



 

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