El cerebro humano es imitador
- Lic. Prof. Pablo Cazau
- 15 may 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 24 feb 2024

Si una persona se pone a mirar hacia arriba en la calle, pronto habrá varios a su alrededor haciendo lo mismo. Si alguien con cierto carisma comienza a vestirse de determinada manera, pronto todos los imitarán, y es así como se difunden las modas. Nos compramos una PC porque muchos vecinos ya la tienen. Muchos comienzan a fumar porque ven a otros haciendo lo mismo. Los hermanos menores suelen copiar la conducta de los hermanos mayores o de los padres. Alzamos la copa para brindar cuando también lo hacen los demás. Si la gente ve que los demás compran cierto libro, también lo comprarán y pronto se convertirá en un best-seller, sea cual fuere su calidad literaria. Mitos y leyendas urbanas van transmitiéndose de boca en boca porque se imita la conducta de contar: “si él me la cuenta, yo también la contaré”.
Tendemos a escribir las palabras tal como los otros la escribieron, de manera que si alguien leyó muchos autores sin errores ortográficos, tenderá él mismo a no tenerlos. Si alguien dijo que fue abducido por extraterrestres, inmediatamente habrá otros muchos relatando la misma experiencia. Cuando alguien empieza a aplaudir, lo siguen inmediatamente todos los demás. Cuando en la cancha de fútbol uno empieza a cantar, los demás también cantan. Cuando un pintor genera un cuadro con determinado estilo, inmediatamente tendrá muchos seguidores, y es así como se crean las escuelas de arte: el cubismo, el surrealismo, etc. Si alguien compra un teléfono celular, inmediatamente habrá nuevos compradores de celulares. Si alguien empieza a golpear una cacerola o a hacer sonar una bocina, pronto se generará un cacerolazo. Si algún transeúnte cruza el semáforo en rojo, algún otro seguramente lo imitará. Hasta las imitaciones pueden ser mejores que el original, como lo prueba un concurso de Chaplines realizado décadas atrás, en el cual se presentó el mismísimo Charles Chaplin y salió… tercero.
Personajes como el Dalai Lama, Chopra y el Sai Baba vienen repitiendo enseñanzas que se venían pregonando desde hace milenios, aunque la gente no conoce no sabe esto y cree que están diciendo algo totalmente nuevo y original. En realidad se trata del mismo vino en botellas nuevas, que muchos gurúes alegres imitadores aprovechan para ostentar una originalidad que es ficticia: el mérito suele llevárselo el último que lo dijo y quien armó mejor el marketing.
El cerebro humano es un gran imitador porque tiene células especiales llamadas neuronas-espejo. Muchos animales y los autistas carecen de ellas, y por eso no pueden imitar. Pero entonces, ¿dónde está la creatividad? ¿Acaso no somos a veces creativos y originales? La creatividad no es otra cosa que repetir sin que nadie se de cuenta. Y no por nada la originalidad se llama así, porque no es otra cosa que retornar a los orígenes. Quien crea algo original, jamás lo crea de la nada: siempre está tomando cosas sabidas de antes, y por tanto está repitiendo aunque agregando algún aporte personal, que es lo que hace progresar a la humanidad. De hecho, aun con agregados, esta nota no es más que una vil imitación de un documental que vi el otro día en un canal de cable titulado “¿Qué nos hace humanos?”, documental que a su vez se copió vilmente de otros muchos libros de texto desparramados por el planeta que se copiaron entre sí.
Lo que se transmite de una generación a otra no se hace por una vía exclusivamente biológica (los genes, que determinan por ejemplo el color de ojos o la estatura) sino además por una vía cultural imitativa (los memes, que por ejemplo determinan la forma de anudarse la corbata o la forma de pintar un cuadro). Gracias a los memes, podemos comprender cómo puede ser que la sociedad de hoy no es muy distinta a las sociedad de hace cien años, siendo que la primera está conformada por personas completamente distintas.
La conducta imitativa es en muchos casos una mera respuesta refleja sobre la cual poco o ningún control puede tenerse, pero en otras ocasiones es el resultado de un proceso mental más complejo donde la persona puede decidir o no imitar a los demás, por motivos muy diversos: a) Se puede imitar a los demás para no entrar en conflicto con ellos. b) Se puede imitar como forma de identificarse con ciertas personas o con una cultura para adquirir un sentido de pertenencia a un grupo (los punks se imitan mutuamente en la vestimenta, en el lenguaje y hasta en la cosmovisión).
c) Se puede NO imitar para alimentar nuestro narcisismo al destacarnos y mostrarnos como únicos, originales e irrepetibles.
d) Se puede imitar a los que NO imitan a los demás. En la aldea alpina de Morzine (Francia), en 1857, la represión ejercida por el clero y una asfixiante moral pública prohibieron a las mujeres cualquier actividad festiva o lúdica. Pero la reacción no tardó en llegar (Diario Clarín, 25-4- 95). Los sucesos comenzaron cuando dos adolescentes que estaban por hacer la comunión empezaron a dar alaridos, blasfemar y levantarse contra la autoridad de los adultos. Pronto todas las demás mujeres de distintas edades empezaron a imitarlas. Con el transcurso de los meses las esposas se negaron a obedecer a sus maridos, los ritos religiosos fueron objeto de burlas y las madres se mostraron indiferentes con sus hijos. Las mujeres comenzaron a tomar actitudes impensables en esa época como rechazar el trabajo que tenían asignado, jugar a las cartas, beberse los licores reservados a los hombres y negarse a comer pan negro. Las autoridades intentaron una campaña civilizadora para terminar con la situación organizando bailes y aislando los casos más graves, hasta que finalmente la situación fue controlada, aunque 16 años más tarde.
Pablo Cazau. Diciembre 2012.
Comentarios